martes, 25 de noviembre de 2014

Habitando entre órdenes divinos y profanos II


En los claustros están las esperanzas


De León descubrió por ejemplo, que estas construcciones habían empezado a mutar de celdas a casas desde el momento en que las monjas decidieron abandonar el refectorio y tomar los alimentos en sus ambientes propios. Y es que la actitud no era de extrañar tomando en consideración todo el séquito de mujeres laicas que habían ingresado a la clausura con la religiosa principal y que de alguna u otra manera dependían de ella y no de la administración del convento. Debía pues alimentarlas y la única manera de hacerlo era  preparando la comida al interior de la celda. Aparecerían así  las cocinas, los fogones y los hornos de humeante combustión con el espacio propicio para este trabajo y con la anexión de un patio intermedio para el desfogue. De allí a que la monja también se alimente de esta pitanza y abandone el refectorio general había solo un paso.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Habitando entre órdenes divinos y profanos I


En los inicios están las respuestas


Una gruesa muralla de piedra blanca de más de seis metros de alto encierra una pequeña urbe habitada exclusivamente por mujeres. El orden interno tiene origen divino, pero tan amoldado a lo terrenal que pareciera haber desaparecido, o en todo caso ocultarse únicamente en el recuerdo de unas cuantas mujeres piadosas que no dejan de orar y elevar cánticos al cielo para que el cumplimiento de la regla sobre la cual profesaron no sea exclusividad de unas cuantas, sino que alcance a toda la comunidad de laicas y religiosas que habitan en el año del Señor de 1703 el Monasterio de Santa Catalina de Sena de la Villa Hermosa de Arequipa.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Trampantojo, el origen



En el año de 1499 Donato Bramante aceptó el encargo más insólito de su carrera: ampliar el ábside de la iglesia de Santa Maria Presso di San Satiro, no habiendo ni el espacio ni los recursos necesarios para hacerlo. Constructores, albañiles y artesanos diestros en el trabajo con la piedra, guardaban desconsolados cinceles y martillos mientras veían con estupor el ingreso de grupos de gente extravagante ataviados como artistas y que bajo las órdenes del mismo Bramante desenfundaban pinceles y con precisión matemática trazaban sobre el muro  testero unas incomprensibles líneas que paulatinamente se convertían en casetones, losas y hornacinas. El ábside apareció en unos días. Habían creado un trampantojo.