Advirtiendo la imposibilidad de vivir
a perpetuidad bajo los rigores del tiempo ordinario, toda sociedad construye un
calendario alterno cuya función consiste en incluir la pausa y la distensión en
medio de las rutinas que son propias de los roles que cada quien asume como
pago por la vida comunitaria. La división del tiempo humano en ciclos
reiterados no es solo una sumisión a las fases astrales; días, semanas, meses,
estaciones y años llevan impregnadas las disposiciones humanas hacia la tensión
y el relajo.