“Nada
más natural que lo sobrenatural encarne en los hombres y hable su lenguaje".
Nombrándolos como demonios, genios o
musas el hombre de la antigüedad encontró la forma adecuada de identificar a
fuerzas que, intuidas como externas, tenían poder para influir de manera
decisiva en el proceso de creación. Voces sagradas o profanas eran capaces de
susurrar en la mente del creador el camino adecuado para dar forma al objeto
funcional o a la obra de arte dotada de condiciones para responder con
satisfacción a las carencias y necesidades de un determinado grupo humano. El
artista o el creador era puente por donde descendían los designios divinos en
atención a las demandas humanas.
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Gustave Moreau. Las musas dejando a su padre Apolo para venir a Iluminar el mundo,1876 |