“el
hombre es por naturaleza artista; jamás recibe pasiva y exactamente en su
intelecto una representación física de las cosas que lo rodean. Está operando
siempre una adaptación continua, una transformación de los hechos en imágenes
humanas, merced a los toques constantes de sus sentimientos y su imaginación”
Rabindranath
Tagore
Con una
claridad mucho más diáfana que la actual, el hombre primitivo reconocía las
facultadas que posee el arte para vincularnos con aspectos de la realidad
normalmente vetados por otras vías de conocimiento. No existe civilización que
se haya atrevido a prescindir de él y sus productos como medio para acceder a
estratos de un mundo que solo pueden ser avizorados desde la integridad de nuestra condición
humana.
Una de las
funciones primordiales del arte, así como medida certera para valorar su
calidad, es la capacidad de la obra en cuanto propiciatoria de imágenes
fusionadas entre nosotros y el mundo, espejándonos en una realidad mucho más
rica que la que nos puede ofrecer lo cotidiano y lo racional. Si bien somos
productores permanentes de la imagen justa y satisfactoria para atender
requerimientos básicos, la obra de arte nos interpela para sugerir otra clase
de vínculos en donde aparece con mayor o menor claridad una realidad muchas
veces oculta y solapada tras la bruma de lo intemporal.
Sin embargo
para que la experiencia artística se produzca no es suficiente la buena obra.
El arte no es producto de lo inmediato, pues depende y mucho, de la capacidad
del observador, el cual debe irse despojando de la corteza engrosada por el
tedio y lo ordinario, cultivándose en las leyes de la materia y su apariencia,
de tal forma que las hendiduras donde se deposita el deleite sean cada vez más
pronunciadas.
Eduardo Chillida. Peine del viento, 1977 |
Por su
parte, el artista es un conocedor de la materia con la cual trabaja; no solo en
su capacidad de transformarla, cual artesano que le otorga un fin utilitario, sino
transmutándola, es decir, alterando su esencia en base a imprimirle
sensibilidad. Sea el color, la piedra o la palabra, el artista utiliza el
material como vínculo a través del cual asciende por una escalera que peldaño a
peldaño difumina su esencia física para ingresar al estado etéreo con el cual el comercio con
la conciencia expandida se torna fácil. Resulta paradójico pero la verdadera obra
de arte se vale de su estructura física para desprendernos del mundo material.
La visión
que normalmente manejamos del tiempo es símil a la del reloj de arena que en su
transcurrir se agota. Debe ser la condición corruptible del cuerpo humano uno
de los estímulos para ver el tiempo desde la regresión. La obra de arte altera
esta concepción temporal. No anula el tiempo, más bien trabaja con él, a veces
lo expande, otras lo estratifica, planteándonos a veces una visión coetánea con
el humano de todos los tiempos.
Desde esta
perspectiva el significado de la obra de arte no puede limitarse a las
intenciones del autor ni a lo que entiende el grupo humano al cual fue inicialmente
dirigida. La riqueza de la verdadera obra artística está en los múltiples
significados que le confiere el humano
de cualquier tiempo y lugar, el que haciendo uso de su propia experiencia y
anteponiendo sus intenciones momentáneas descodifica el mensaje en base a
recursos personales. Por más que la obra nos presente un tema específico el
significado profundo nos aproxima a lo universal. No existen pues significados
absolutos en la obra artística, una buena dosis de ambigüedad es nutriente para
la multi significación.
Materia,
tiempo, significado; recursos que toda obra de arte hilvana como constitución
de su esencia; a ellas hay que añadir el espacio, variante que en la
arquitectura se intensifica. La arquitectura es un arte existencial, en su
interior habitamos y manifestamos nuestra constitución, pero no toda
construcción es obra de arte y no siempre los habitantes tenemos la intención
de contemplarla como tal; la arquitectura es arte entonces en la medida que,
haciendo uso de su materialidad y la capacidad envolvente del espacio acotado,
da cuerpo al mundo amorfo de las sensaciones. La arquitectura vista como obra
de arte es capaz de mantenernos de manera ambivalente entre el espacio físico
donde se deposita momentáneamente nuestro cuerpo y el espacio inmaterial donde
se expande nuestra mente y nuestra alma.
Eduardo Chillida. Peine del viento, 1977 |
Excelente, muchas gracias por compartirlo
ResponderEliminarRecientemente estuve en Barcelona, y tuve la oportunidad de ver la catedral de la Sagrada Familia de Gaudí; su escrito, me ha despertado el recuerdo, y ciertamente, no toda construcción es arte, es el giro que el artista hace del espacio constructivo, así se manifiesta, comunica y sensibiliza ante la mirada del espectador, del visitante. Toda obra artística es el resultado histórico del contacto social del artista con su época. Saludos desde El Salvador hasta Arequipa, Perú. Nos unen nuestros pueblos latinoamericanos.
EliminarÁlvaro, gracias por tus acertados comentarios que enriquecen el texto con tu particular visión, pues de eso se trata el arte no?. Justo ayer conversaba con un colega sobre la particular sensibilidad que tenemos los latinoamericanos para ver el mundo y hoy lo ratifico contigo. Un abrazo y gracias por compartir mi trabajo!!
EliminarSaludos, un abrazo (Y)
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