Los sueños de un obispo
Pero no solo en la
materialidad de estos edificios estaban cifradas sus esperanzas, lo estaban
también en ese grupo de monjas que en la visita eclesiástica le mostraron tan
abiertamente su respaldo y que bajo secreto de confesión le revelaron esas
estructuras subterráneas que cohabitaban y carcomían los cimientos sobre los
cuales se asentaba una auténtica vida monacal. Por ellas lo haría, valía la
pena el esfuerzo, soportaría odios y enemistades de sus contrarios pero no
cejaría hasta cambiar la faz de esta pequeña urbe sagrada.
Planimetría actual del Monasterio de Santa Catalina de Arequipa |
Todos los problemas que se
avecinaban quedaban diezmados en un mar de quietud al imaginar a sus hermanas
habitando en estos espacios llenos de paz propicios para una vida mística.
Recordó entonces las imágenes de un libro de emblemas que le encantaba: El Pia Desideria o deseos piadosos, obra
máxima de un jesuita belga. No era necesario tenerlo a la mano para que reaparecieran
en su retina esos hermosos dibujos con un breve texto que explicaban las etapas
por las que debía pasar la persona que se adentraba a tener una vida mística:
La vía purgativa, la vía iluminativa y finalmente la unitiva. Qué hermoso sería
reproducir esos pequeños dibujos en grandes formatos y ubicarlos en torno a
algún claustro para recordar permanentemente a las religiosas los beneficios de
una vida piadosa y la recompensa final de unir el alma humana con el amor
divino de Dios. Podía casi ver a las monjas en pleno recogimiento, en una lenta
marcha procesional alrededor de los claustros orando y meditando con estas
imágenes y textos como referencia, quedando atrás el deambular disipado e
incierto por esas tortuosas callejuelas que las celdas habían dejado en su
agrupamiento imprevisto.
Una súbita fatiga de su
envejecido cuerpo lo hizo volver a la realidad, recordó que ya no era ningún
joven y que el dirigir por casi veintiséis años esta complicada grey había ido
minando sus fuerzas. Tal vez no tendría el tiempo suficiente de realizar todos
los cambios que imaginaba, pero al menos implantaría las normas y dejaría los
cimientos sobre los cuales sus sucesores reconstruyan esta santa
institución. ¿Podrían hacerlo ellos? sí,
claro que podrían, una Jerusalén celeste era posible, el ya no la vería claro
está, pero la podía imaginar, sería una acción titánica, pero el nuevo orden se
impondría, mientras tanto y muy a su pesar esta ingente población de religiosas
y seglares tendrían que seguir viviendo entre órdenes divinos y profanos.
Colofón.
El Obispo Antonio de León
falleció en el año de 1707, dejando inconclusas muchas de sus acciones
iniciadas, dentro de ellas las modificaciones en la estructuración física del
monasterio. Se le reconoce como el iniciador del proceso de canonización de Sor
Ana de los Ángeles Monteagudo, beatificad por el papa Juan Pablo II recién en 1985
y por haber retirado el patronazgo del monasterio al cabildo de la ciudad,
pudiendo así dar inicio a una serie de
reformas al interior del cenobio para la recuperación de la regla y las
prácticas de vida comunitaria.
En el año de 1719, bajo el
gobierno del obispo Juan Otárola Bravo de Lagunas se logra concluir el claustro
mayor del monasterio, contenido por el equipamiento común principal:
dormitorios comunes y refectorio para la toma de los alimentos en comunidad.
Casi veinte años después se construirá el segundo claustro conocido como “de los naranjos” con intervención del obispo de ese entonces Juan Cavero de Toledo, siendo ataviadas sus cuatro pandas con los “emblemas del amor divino”, cuadros inspirados en el “Pia Desideria” del jesuita belga Hugo Herman.
Sección por los equipamientos comunes del monasterio |
Casi veinte años después se construirá el segundo claustro conocido como “de los naranjos” con intervención del obispo de ese entonces Juan Cavero de Toledo, siendo ataviadas sus cuatro pandas con los “emblemas del amor divino”, cuadros inspirados en el “Pia Desideria” del jesuita belga Hugo Herman.
Sección por el denominado " Claustro de los naranjos" |
Las celdas individuales se
siguieron utilizando durante todo el período colonial e inicios del
republicano, manteniéndose con diferentes grados de tensión la convivencia
material y fáctica de los órdenes divinos y profanos.
Nota de Autor.
Las referencias históricas,
fechas, lugares y nombres de este relato son reales. Las elucubraciones del
Obispo Antonio de León son propias de la
imaginación del autor.
Ya decía yo que a veces piensas como un obispo... ja ja ja. Me gustó mucho el trabajo, casi cinematográfico, aún puedo imaginar las escenas de ese mundo aéreo del que quedan como evidencias sus escaleras truncadas. Habrá cuarta parte?????
ResponderEliminarMás que como un obispo creo que como un monje... No habrá ya cuarta parte, al menos en este blog. Un abrazo y gracias por comentar.
Eliminar