Cuando la autonomía se hace
evidente
El labrador construyó su hogar haciendo uso de tradiciones eficaces. Ayudando a su padre a reparar su casa las aprendió. Las vio también en la vieja casa de su abuelo y en las de sus compañeros de oficio, y ahora que construye la suya propia, asistido por los expertos del pueblo, no dudan en aplicarlas. No se trata de andar cuestionando cuando lo que se pretende es la eficacia.
Escoger,
mezclar, batir, rellenar, esperar y luego con esos bloques de adobe levantar
los muros sobre los que asentará el techo. Pero ¿Por qué tenía que existir esa
roca inamovible en plena esquina del
terreno?, ¿Por qué los rollizos para el techo los trajeron de un diámetro tan
reducido? ¿Por qué el maestro constructor, el experto del pueblo, tuvo que
ausentarse toda la primavera? .Es el momento en que decisiones particulares
tienen que ser tomadas y estas dejarán su impronta en la futura casa durante el
resto de su existencia. Sin embargo, hubo poca arbitrariedad, todo fue
necesario, hubo mucha fatiga, es cierto, pero luego de grandes esfuerzos el
edificio descansó posándose en una realidad que por momentos parecía adversa.
Violentada
la calma luego de muchos años de sosiego, el edificio es atacado por la
impertinente mirada contemporánea del forastero que quiere traspasar la barrera
de lo utilitario adivinando que esa simple edificación es capaz de
proporcionarle experiencias por lo menos diferentes a las que normalmente vive
en la ciudad. Así, de manera casi instantánea el forastero contemporáneo queda
sorprendido ante el muro deformado para
amoldarse a la roca que invadió el interior de la casa y que desde ese entonces
sirvió de asiento, ante la
perfecta disposición de rollizos pareados de diámetro imperfecto que supliendo
sus defectos se transforman en estructura, o ante esas siglas cristianas que
junto a felinos andinos han sido talladas en la clave de la puerta con mucha más
devoción que talento.
Reconocemos ahora momentos
específicos, decisiones particulares que dentro de lo tipológico o al margen de
él, debieron ser tomadas para que el edificio se concrete, sin embargo nos
cuesta asociarlas con alguien en particular, o con cualquier fuerza exenta a
los principios y mecanismos del edificio que parecieran estar
consustancialmente unidos a él, como si realmente existiese un orden auto generativo que desconoce
imposiciones arbitrarias dadas por una persona en particular. La autonomía del
edificio se hace evidente, reconociendo en la singular belleza de estos
edificios no un talento en particular, sino el de todo un conjunto de personas
que convivieron en un espacio y en un tiempo determinado y fueron capaces de materializar
complejos sistemas de saberes y creencias en obras específicas a través de las
cuales los reconocemos, y nos reconocemos también a nosotros mismos, cuestionados
en profundas estructuras de nuestro sentir, pensar y finalmente ser.
Violentada la calma luego de muchos años de sosiego, el edificio es atacado por la impertinente mirada contemporánea del forastero que quiere traspasar la barrera de lo utilitario adivinando que esa simple edificación es capaz de proporcionarle experiencias por lo menos diferentes a las que normalmente vive en la ciudad. Así, de manera casi instantánea el forastero contemporáneo queda sorprendido ante el muro deformado para amoldarse a la roca que invadió el interior de la casa y que desde ese entonces sirvió de asiento, ante la perfecta disposición de rollizos pareados de diámetro imperfecto que supliendo sus defectos se transforman en estructura, o ante esas siglas cristianas que junto a felinos andinos han sido talladas en la clave de la puerta con mucha más devoción que talento.
Reconocemos ahora momentos específicos, decisiones particulares que dentro de lo tipológico o al margen de él, debieron ser tomadas para que el edificio se concrete, sin embargo nos cuesta asociarlas con alguien en particular, o con cualquier fuerza exenta a los principios y mecanismos del edificio que parecieran estar consustancialmente unidos a él, como si realmente existiese un orden auto generativo que desconoce imposiciones arbitrarias dadas por una persona en particular. La autonomía del edificio se hace evidente, reconociendo en la singular belleza de estos edificios no un talento en particular, sino el de todo un conjunto de personas que convivieron en un espacio y en un tiempo determinado y fueron capaces de materializar complejos sistemas de saberes y creencias en obras específicas a través de las cuales los reconocemos, y nos reconocemos también a nosotros mismos, cuestionados en profundas estructuras de nuestro sentir, pensar y finalmente ser.
Fragmentos de diferentes celdas de monjas del monasterio de Santa Catalina de Sena de Arequipa |
Oráculos domésticos
La precitada eficiencia de la arquitectura vernácula es deudora, entre otras cosas, del conocimiento que se tiene del medio y de las intensas relaciones que con un fin práctico se establecen con él. Pero a partir de allí, y casi sin proponérselo en donde el medio empieza a revelarse a través de esta simple edilicia que lo supo entender.
El patio de la celda monástica ya no es solo el dilatado ducto por donde se iluminan las recámaras y se aspira el humo del fogón de la cocina, sino que es además una gran ventana horizontal por donde penetra el cielo. El cielo maravillosamente descrito por Heidegger cuando menciona: “El cielo es el camino arqueado del sol, el curso de la luna en sus distintas fases, el resplandor ambulante de las estrellas, las estaciones del año y el paso de una a la otra. Es la luz y el crepúsculo del día, la oscuridad y la claridad de la noche, lo hospitalario y lo inhóspito del tiempo que hace, el paso de las nubes y el azul profundo del éter”1
La claraboya perfectamente orientada para salvar a una habitación de la penumbra será el agujero por donde penetra direccionada la luz del medio día, dando vida, como una especie de vara mágica, a todos los elementos que toca, componiendo y recomponiendo el espacio una y otra vez, pues esa columna lumínica tiene movimiento y revela al interior del ambiente el paso del tiempo. El tiempo medido en ciclos cortos, los días, así como en ciclos medianos, las estaciones.
La pintura a la cal, teñida con tierras azules que sirvió entre otras cosas para atenuar el contacto del muro de piedra con la atmósfera y ralentizar así su deterioro, nos propone ahora juegos cromáticos que están en una constante variación durante la jornada de explosión ante la luz y sosiego en la sombra.
La pequeña casa lo ha logrado, con la gloria silenciosa del humilde de hecho utilitario paso a ser oráculo en donde se nos revela el medio. El cielo, el sol, las nubes y las estrellas, tamizadas por gruesos muros, pequeños patios y puntuales vanos se evidencian tan reales como abstractos activando estructuras perceptivas que nos hablan de nuestra condición humana y de nuestro quehacer en el mundo en ese instante determinado en que el cosmos se mueve y nos damos cuenta que somos también parte de él.
FIN
Hace un tiempo atrás he sido cautivada por éste tipo de arquitectura, los caminos por los que me lleva el tratar de conocerla y entenderla están cargados de sorpresa, admiración, asombro y demás emociones que sé usted bien entiende, y que ha conseguido expresarlas tal cual en éstas entradas. Muchas gracias porque he disfrutado tanto la lectura y también porque he aprendido más de la ya entrañable arquitectura vernácula.
ResponderEliminarY estoy seguro que tus experiencias serán cada vez diferentes, pues ya iniciado el camino nuestras matrices perceptivas se activan de múltiples formas, dándonos cada vez una nueva experiencia.
EliminarNo hay cuestionamientos ... sólo experiencias... .
ResponderEliminarEsa es la esencia de la experiencia!! , sin embargo me propongo, quizá de manera ilusa, tratar de descubrir algunos de los mecanismos que confluyen para que las experiencias sean trascendentes
EliminarQuizás las percepciones ...
EliminarBueno, leí la segunda parte y no me decepcionó para nada, al contrario. Es difícil escribir e investigar el mundo de los espacios inefables (como los llamaba Le Corbusier) ya que solo uno puede apuntar a la experiencia ... no se la puede transmitir por palabras, imágenes o cualquier otro medio .. nuevamente, solo se puede indicar su existencia ... pero es mas que suficiente ... ya que con muchas de tales indicaciones, la realidad de las mismas comienzan a pesar (o influenciar) en el inconciente (o conciente) colectivo ... alqo tan necesario en este mundo pragmático y altamente materialista y cuantitativo de hoy en día ... Ya vamos a charlar en Arequipa.
ResponderEliminar(el uso de Martin Heidegger es mas que apropiado¡)
Totalmente pertinente tu apreciación Julio, me has hecho recordar un texto de un escritor peruano llamado Julio Ramón Ribeyro que alguna vez utilicé de epígrafe y decía: “Mi error ha consistido en haber querido observar la entraña de las cosas, olvidando el principio de Joubert ‘Cuídate de husmear bajo los cimientos’. Como el niño con el juguete que rompe, no descubro bajo la forma admirable más que el vil mecanismo. Y al mismo tiempo que descompongo el objeto destruyo la ilusión”. Pero bueno ya estoy en este pedregoso camino.
EliminarTodos estamos en este pedregoso camino, Gonzalo. Me encanta la cita de Julio Ramón Ribeyro. La esperanza es que luego de romper tantos juguetes, nos demos cuenta (o recordemos) que el punto es solo el disfrute completo del momento presente ... la gracias del presente ... despertarnos al milagro de ser, sentir, y relacionarse!
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