Patio de la Casa de Ricardo Rojas en Buenos Aires con su referente, los claustros de la Compañía de Jesús de Arequipa |
Prólogo del Libro: Arequipa como paradigama, de Gonzalo Ríos. Las fotos también pertenecen a dicho libro.
Gonzalo Ríos nos ha convocado para presentar sus reflexiones sobre el papel que juega la arquitectura arequipeña en el proceso de generación de una propuesta americanista en la arquitectura sudamericana.
Su metodología de aproximación al tema está basada en la
convicción de que las opciones de los arquitectos que asumen una posición, que Ríos
denomina de “nacionalista”, está vinculada a las transformaciones sociales y
culturales que se generan en las dos primeras décadas del siglo XX. Esta
lectura tiene un claro sustento en el proceso que lleva a las transformaciones
del modelo “civilizatorio” europeo en una decadencia notoria a partir de la
primera guerra mundial.
Lo que Toynbee llamaría décadas después una “irritada
introspección” se canaliza en los países americanos en un despliegue de
transformaciones sociales, de aperturas culturales a la comprensión del mundo
prehispánico y a una creciente exigencia de participación en la vida política de sectores hasta entonces
marginados.
Gonzalo atisba con claridad que el proceso sudamericano
tiene sus peculiaridades respecto del fenómeno norteamericano-mexicano, aunque
mediado el siglo XX las vertientes tiendan a confluir. Es cierto que México
aportará notoriamente a la formación de una identidad raigal en las regiones
norteamericanas que habían pertenecido al antiguo Virreinato de la Nueva
España. Particularmente California, a partir de las Exposiciones de San
Francisco-Panamá y, sobre todo, de San Diego en 1915 potenciaría su adscripción
a la recuperación de sus raíces históricas.
Si bien la memoria de esta búsqueda se centró
inicialmente en el llamado “mission style”, lo cierto es que buena parte del
aporte llegaría directamente desde España a través de la adquisición de
claustros, puertas, balcones, rejas y ornamentos renacentistas que desde el
mundo sajón se venían valorando artísticamente desde fines del siglo XIX. La
edición del tratado de arquitectura del renacimiento español en Londres en 1893 sería continuada por los numerosos textos de
Stapley and Byne quienes fomentaron la adquisición de antigüedades del Siglo de
Oro destinadas a la construcción de palacios para los magnates norteamericanos.
Surgiría de esta manera la nueva línea del “Spanish style” que devendría con
los años a mestizarse y transformarse popularmente con lo que se expandió sobre
todo nuestro continente como estilo “californiano”.
La impronta de la arquitectura colonial mexicana actuaría
de prestamista formal hasta los años 30 del siglo XX generando un indudable
entusiasmo en sectores norteamericanos que editaron más de una decena de libros
documentando las arquitecturas monumentales y populares de los poblados
mexicanos. El cine y Rodolfo Valentino en sus escenografías fue otro de los alicientes
para este trasvase de formas y espacios donde el historicismo jugaba un papel
esencial.
Muy bien señala Gonzalo Ríos que curiosamente los
arquitectos peruanos y argentinos involucrados en este proceso de valoración de
la arquitectura colonial tenían una formación academicista adquirida por varios
de ellos en Francia. Si bien esta formación tuvo rasgos que facilitaron la
adopción de un lenguaje innovador, sacrificando la modelística clásica en aras
de un nuevo repertorio formal, el método pedagógico de la Academia facilitaba
esta alternativa. En efecto, el trabajar el diseño a través de un sistema de
composición permitía escoger libremente partes que debían ser ensambladas y por
ende se generaban proyectos, que podían optar por “componer” a partir de estos
nuevos modelos de la antigua arquitectura colonial.
Por su ubicación estratégica en la calle Florida de Buenos Aires el diario "La Nación" debe ser el edifico "arequipeñista" más conocido de la capital argentina. |
El excelente trabajo que Gonzalo presenta en esta
oportunidad posibilita la verificación de la manera en que el neocolonial
utiliza un repertorio de elementos, fundamentalmente portadas, y cómo los modelos
originales son alterados en las nuevas propuestas inclusive cambiando su escala.
Esto podrá verse con mayor claridad aún en el conjunto de obras que encararán
Harth Terré y Álvarez Calderón en Arequipa en los años 40.
Las obras emblemáticas realizadas por el IV centenario de Arequipa, impondrán un lenguaje neocolonial , como es el caso del teatro Municipal, que se transmitirá luego a las edificaciones domésticas. |
El estudio muestra como hay rastros de la influencia
norteamericana en las obras de los Country Club de Lima y Arequipa y también,
en otra frecuencia historicista, en ejemplos neogoticistas como el Arzobispado
de Arequipa. Sin embargo, el encuadre que Gonzalo realiza sobre las influencias
hispanistas, indigenistas y criollas tiene sin dudas fundamentos no solamente
en las obras de arquitectura sino también en las corrientes historiográficas,
literarias y sociales que contextualizaban los procesos de los gobiernos de
Prado y Leguía.
El hotel de turistas será otro ejemplo de la arquitectura neocolonial de los años 40 |
La vertiente que buscó recuperar el pasado indígena ya
había mostrado en diversas partes del continente su presencia en los festejos
del Centenario de las Independencias de nuestros países que implicaron una
reflexión sobre los procesos históricos en un contexto cambiante. Sin embargo,
como bien se señala el proceso de apropiación, la resignificación de los
contenidos formales y la trasmisión de la arquitectura histórica quedaron
muchas veces en propuestas epidérmicas o meramente formales.
El sustento de las primeras teorías sobre la arquitectura
generados en nuestro continente y la valoración de las arquitectura
prehispánicas y coloniales comenzaron en esta época Ello permitió de alguna
manera rescatar patrimonios que de otra forma hubieron sido destruidos. Éste es
el gran mérito de esta generación que fue capaz de mirar el pasado como un
elemento vital de su presente y que consideraban no debía estar ausente en su
futuro.
Las diversas líneas que se desarrollaron en el Perú y en
otros países americanos mostraron su encuadre en la faz historicista en que
había finalmente concluido el eclecticismo academicista europeo. Las búsquedas
más utópicas en sus propuestas podemos buscarlas en el “Neoperuano” del
sevillano Piqueras Cotolí y de Héctor Velarde, o en el “Euríndico” proyecto de
Ricardo Rojas en Argentina, ambos sustentados en la hibridez de los componentes
europeos y americanos prehispánicos.
El trabajo de Gonzalo Ríos fortalece la mirada que sobre
la convergencia de una acción cultural conjunta el Perú tuvo un impacto
cultural importante en la definición de una corriente neocolonial en Argentina.
Sobre todo la admiración por la arquitectura colonial del sur del Perú en Ángel
Guido y Martín Noel, que fueron los teóricos y protagonistas junto a Pirovano
de estas primeras propuestas, marcaron una clara predilección por la obra
arequipeña. El archivo de Noel guarda pequeños croquis en su libreta de viaje
donde con perspicacia apuntaba el proceso generador de la ciudad en torno al
asentamiento indígena, la ciudad española y las reducciones de la zona de la
Chimba. Su preocupación por adquirir las fotos de Max Vargas y de sus
discípulos los hermanos Vargas, se prolonga en similar actitud en las búsquedas
de Mario José Buschiazzo, mostrando este sólido y continuado interés por la
ciudad y su arquitectura.
Arquitectos peruanos y argentinos, así como pintores, fotógrafos etc. pertenecientes a la corriente indigenista valorarán en la arquitectura arequipeña el germen de la fusión hispano-indígena |
La primera mitad del siglo XX es un continuo trajinar en
ese intercambio intelectual del campo de la literatura, la historia, las artes
plásticas y la sociología entre el sur peruano del Cusco y Arequipa y el
Noroeste Argentino de Jujuy, Salta, Tucumán hasta llegar a Buenos Aires. La
región puneña y La Paz no serían ajenos a este trasiego virtuoso de inquietudes
que testimonia los mejores momentos de la reivindicación americanista en
Sudamérica. Por ello el estudio de Gonzalo Ríos con un encuadre preciso en las
circunstancias contextuales, una explicación acertada de los focos
intelectuales que movilizaron a estas corrientes de pensamiento y un análisis
detallado de los personajes que fueron los protagonistas de este momento de
valoración de lo arequipeño como expresión de síntesis americana, realiza una
contribución necesaria.
Luchando con la necesidad de ser oídos en tiempos donde
los horizontes culturales se buscaban lejos de nosotros mismos, los
protagonistas del neocolonial rescataron el espíritu del lugar. Sin embargo,
formados en unas condicionantes didácticas de una arquitectura formalista y de
composición de elementos, no fueron capaces de comprender el sentido de los
cambios que exigía el espíritu de su tiempo. Para muchos ellos constituyeron
una vertiente más de un academicismo historicista que simplemente había
cambiado el repertorio de lenguajes formales del pasado sin asumir los tiempos
nuevos. Para quienes los vemos en el contexto de su tiempo histórico admiramos
y agradecemos su brega por colocar nuestra América como un proyecto que nace de
nuestra propia realidad y no de las usinas ajenas. Este libro contribuye a
facilitar la comprensión de aquel momento histórico y enfatiza la notable
articulación que vincula a Arequipa con Argentina.
El presente texto es el prólogo escrito por el arquitecto Ramón Gutiérrez para el libro Arequipa como Paradigma, de Gonzalo Ríos |
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