RITMO
Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos:
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.
La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.
Rubén
Darío
Dentro de la multitud de estímulos que nuestros sentidos captan, deben ser los ritmos los que con mayor facilidad se asimilan, encarnan y más por el instinto que por la razón, alinean nuestras acciones a sus preceptos. Suelen ser básicas las normas del ritmo: elementos
diversos de naturaleza perceptible, se reiteran en
lapsos temporales o espaciales predecibles, advirtiendo con cierta facilidad el patrón que convierte a las unidades en sistema.
Museo de las colecciones reales, Mansilla y Tuñón, Madrid |
Ese ineludible apego humano a lo rítmico como
expresión vital interna, facilitará la adhesión a los símiles externos que
mediante la reiteración de las unidades no solo crea coherencia en las
estructuras sino que genera un campo reverberante al que el ser humano no puede mantenerse indiferente. El hombre siente
normalmente satisfacción al encontrar constancias que puede predecir y
acompañar con su movimiento corporal, como es el caso de la danza, pero la
reiteración monótona de sonidos puede ser también un modo de tortura.
Adherencia o rechazo, la indiferencia no cuenta como elección.
El poder del ritmo como estímulo para el ser humano fue
advertido desde épocas remotas. La contemplación del cosmos a través de
períodos prolongados detectaba constancias cíclicas cuya matemática
recurrencia evidenciaba indicios
tangibles de un lenguaje divino. La geometría sagrada aplicada a los edificios
más emblemáticos patentizaba intentos de concordancia y adscripción a este
orden entendido como sagrado. Así mismo, los rituales que en ciertos
períodos intentaban comunicaciones más directas con los dioses, incluirán también
la repetición y el ritmo como recurso para acceder a otros niveles de
conciencia espiritual: El Om de los hindúes como oración vibrante, así como el
resto de sus mantras, o más tarde las letanías cristianas son ejemplos claros
del reconocimiento del ritmo y las vibraciones para interactuar con el hombre, aludiendo a una esencia originalmente pre material.
El ritmo será también instrumento estimado para la
constitución de los artefactos arquitectónicos , no solo como un recurso
compositivo, lo será también en su capacidad propiciatoria para la
consolidación de esos espacios reverberantes en donde la materia comulga con el palpitar humano y con las fuerzas de la naturaleza reconocidas como manifestación sagrada. La arquitectura palpita a través del ritmo.
Además de la intensa utilización del ritmo en el
ordenamiento y composición de fachadas, deben ser los claustros monásticos y
conventuales, los espacios occidentales que con mayor acierto han sabido hacer
uso del ritmo en su intento de inducir al religioso a entrar en comunión con un
orden sacro mediante el sometimiento del orante a la métrica de las galerías. Y
es que el espacio ritmado alcanza sus cotas más altas de efectividad mediante
el ritual. Ritmar el orden del espacio con el de la letanía debe haber sido uno
de los mayores logros del mundo espiritual de occidente. Cuando el aliento
entrecortado por el andar se convierte en oración el monje respira y se funde con la esencia
de un espacio sagrado.
Ritmos sonoros, ritmos del espacio, ritmos vitales; convocan a la poesía, y a través de ella a un pasado remoto en donde toda la
materia y la energía del universo ritmábamos bajo un mismo son.
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