VERNÁCULO
“Los mortales habitan en la medida en que
reciben el cielo como cielo;
en la medida en que dejan al sol y a la luna
seguir su viaje,
a las estrellas su ruta, a las estaciones del año su bendición y su injuria;
en la medida que no convierten la noche en día,
ni hacen del día una carrera sin reposo”.
Martin Heidegger
Liberada de la
tiranía de las voluntades individuales, la producción vernácula se despliega
libre de cualquier prejuicio. Renovada con base a incuestionables formas de
hacer, cimienta sus certezas en la repetición más que en las ideas acordadas
con el número, y así, es capaz de satisfacer a pobladores complacidos en
encontrar cabal coincidencia entre sus necesidades y los objetos ofrecidos, los
cuales a la vez que formalizan su entorno lo sacian y lo complementan.
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Casas en la medina de Chefchaouen, Marruecos |
Suele afirmarse
que la producción vernácula basa su eficiencia en la reiteración de formas
comprobadas como buenas para una determinada demanda, sin embargo, son más los
procesos que las formas los que garantizan su continuidad. Son los procesos los
que se aprenden y transmiten al interior de una cultura, la cual a través de
unos cuantos maestros sensibiliza las manos del aprendiz, el cual a la vez que
perfecciona sus movimientos de tanto reiterarlos los limita para no salirse del
camino internalizado como correcto, dando entonces resultados nunca iguales
pero siempre parecidos.
Entre la
diversidad de objetos producidos bajo la ley de la cultura popular resulta
difícil reconocer límites y
clasificarlos. Muebles, utensilios, ornamentos, e incluso la misma
arquitectura parecieran estar dotados de similar esencia, lo que genera
atmósferas coherentes cuyo origen se asienta tanto en una misma materialidad
como en la inteligencia común que los formalizó.
La producción
popular, y en especial la arquitectura, prestan especial atención a las leyes de
advenimiento con las que la naturaleza manifiesta su orden basado en ciclos
reiterativos de diferente duración. Si bien estos son universales es la intensidad del fenómeno
lo que difiere en cada región. Así, los techos definen ángulos, los muros
aperturas y grosores, los pisos niveles, y los hombres más apaciguados esperan
en su interior el advenimiento de los previsible.
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Casa en medina marroquí |
A partir de esta perspectiva la arquitectura deja de ser solamente cobijo, pues en esa materialización según las leyes de advenimiento se convierte también en tamiz de los fenómenos, los cuales se cuelan por las ranuras imperfectas de las construcciones o por las justas horadaciones ensayadas en muros y techos. El habitante entrenado puede seguramente advertir, a través de la arquitectura que se modifica por los fenómenos, el pasar de las horas, los cambios estacionales, o hasta el advenimiento de una tormenta. La casa entera es un gran reloj habitado y un oráculo también.
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Taller del artesano en la medina de Tetuán |
Esta arquitectura
apacigua, pero también abraza. Abraza desde su capacidad sensorial, erótica.
Abraza porque su escala y materialidad acorta distancias, y desde allí lo
visual pierde relevancia, ganándola por ejemplo los olores; los de la tierra,
la madera, el humo del horno a leña o inclusive la humedad del abandono. Pero
también suena, no sólo desde los ruidos que suceden por la interacción con
nuestros pasos y voces, suena por sí misma; suena por el esfuerzo de sus
componentes, desde la viga de madera que de tanto soportar un techo nos susurra
su fatiga, o desde el viento que penetrando por rendijas se transforma en
sonido y silva más de una tonada.
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Detalle de cocina en celda del Monasterio de Santa Catalina de Arequipa |
Debe ser por
todo ello, que el habitante más que encontrarla objeto inerte le asigna un
estatus vital, y tal como menciona
Heidegger las relaciones que establece con ella son más de cuidado que de
mantenimiento. Respeta la soberanía que el tiempo le ha otorgado y respeta
también su capacidad de ligar los
fenómenos y otorgarles coherencia. Aunque él lo haya olvidado la casa le
recuerda la fidelidad que la naturaleza guarda con su propia ley.
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