Alterando el sentido de la evolución
que lleva siempre la eficiencia como baluarte, un homínido ungido con las
capacidades para convertirse en hombre decide transgredir las leyes más
elementales de la estática y se yergue sobre sus dos patas traseras como primer
acto de rebeldía a su constitución biológica. Tamaño desafío no podría ser
producto de la progresión de un orden exclusivamente orgánico, fuerzas de otra
naturaleza, en estado latente, se manifiestan a través de alteraciones físicas
para poder finalmente revelar la verdadera esencia del ser humano.
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David, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) |
Esta revelación no es fácil. El
hombre no posee certezas, son sólo indicios internos que pugnan por descifrar
su enigma. Estos deben necesariamente volcarse al exterior en un intento de
completarse a través de un discurso coherente. Al hombre le hace falta un
universo para poder espejarse en él y dispone de un cuerpo para hacerlo.
Nada más alejado entonces de la
realidad que relegar nuestra constitución físicas a los estratos de cualquier
animal biológico. El cuerpo humano expresa su constitución incluyendo la
inmaterial, y si bien límite es también vínculo; es el puente encarnado a
través del cual adquirimos nuestra personalidad, tomamos conciencia de ella y
la relacionamos con la idea que tenemos del cosmos. Dicen algunos que el cuerpo
es el mejor reflejo de nuestra alma, y dicen bien.
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Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) |
El hombre erguido refleja su
condición. La refleja desde el momento en que liberando sus extremidades
delanteras de la prosaica función de soporte, las encumbra como instrumentos
creadores. La refleja, también, cuando elevando su cabeza a un pedestal otea el
contexto de manera panorámica y multidireccional. El hombre erguido concentra
su anatomía en una escaza área sobre el suelo, descubriéndose centro de su
propio cosmos y al quedar expuestos todos sus miembros estos adquieren la
sensibilidad que brinda el contacto con la atmósfera en clara diferencia con la
anterior abrasión terrestre.
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Rapto de Proserpina, Gian Lorenzo Bernini ( 1598-1680) |
Y así como su verticalidad resulta
condición para sus intentos trascendentales exigidos por su mente y alma,
contradictoriamente esa posición acrecienta su vulnerabilidad corporal, la cual
expuesta sin mediación alguna deviene en presa fácil de enemigos y de la
intemperie. El hombre se reconoce entonces como menos apto que el resto de las
especies con las que convive para confrontar con el medio anteponiendo
solamente su cuerpo desnudo. El hombre en ese estado se angustia y a la par va
construyendo una atmósfera de expectación que lo circunda como primera envolvente
mediadora inmaterial.
Puede entenderse entonces a la
arquitectura como materialización de sus angustias y expectativas con el fin de
procurar cobijo a su ser complejo, no pudiendo ser otro el resultado que la
proyección del yo material e inmaterial a través de sus formas y espacios. Operación
compleja resulta sin duda el acto de conciliar angustias y expectativas de
diversa naturaleza que en ciertos momentos reclaman autonomía en otros se traslapan y complementan. Así, la
arquitectura es finalmente el resultado de un cuerpo que sabe de límites, una
mente que los transgrede y un alma que aspira a lo eterno.
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Baldaquino en la basílica de San Pedro, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) |
Muy interesante comentario y punto de vista hacia la arquitectura, me gustó bastante, felicitaciones Gonzalito!
ResponderEliminarGracias, me alegra que te haya gustado
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